viernes, 5 de junio de 2009

13- Maldita indiferencia

En un viaje hace muchos años en mi medio de transporte favorito (el microbús), me encontré en esta situación, en el mismo momento de abordar el colectivo note un sonido que puede considerarse un clásico dentro del amplio repertorio de ecos como lo es el de un niño llore que llore sin ninguna razón aparente. En este caso en la parte trasera se encontraba una niñita de no más de 3 años que tenía una garganta realmente privilegiada aunque su madre (si se le pude llamar así) no pensaba lo mismo, el micro estaba casi vacío así que me pude sentar en un asiento muy cómodamente donde pude ver claramente la siguiente la escena que tratare de narrar que es una de las más manchadas que he visto en persona; la “madre” de esta niña trataba de “calmarla” ante la evidente incomodidad que los berridos causaban en los pocos ocupantes del transporte, su método realmente despreciable consistía en darle unos cuantos zapes en su cabecita y decirle ¡ya no llores que van a pensar las personas!, con lo cual obvio no se aminoraba el llanto de la chiquilla y el ambiente se hacía cada vez más tenso. Estoy seguro que más de uno de los presentes pensaba lo mismo que yo: hija de su madre, cuantas ganas me dan de darle sus zapes- ya deja a la pobre niña ¡idiota!, pero al igual que yo no hacíamos nada ¿Por qué? No lo sé, lo más seguro por apáticos culeros, la verda- verdad. Cuando la situación ya era inaguantable de pronto paso lo inimaginable, se detuvo el micro y una voz de la parte delantera dijo: ¡ya no le pegue!¡ya déjela! , el chofer, se levanto notablemente molesto y se dirigió hacia la niña y su madre (yo dije la baja a patadas), sin embargo, al llegar frente a frente lo primero que dijo fue: ¡ya no le pegue señora así como quiere que se calle!, ¡así no se trata una niña- a su hijita!, a lo que le siguió por parte del audaz y atrevido chofer sacar una pañuelo y una paleta de la rosa para dársela a la mamá y a la hija, respectivamente, con lo cual en un dos por tres se silencio y lo más importante controlo a la infame madre de la criatura. Realmente (pienso) nos dio una lección dicho personaje de valor e interés por los problemas de lo demás, y al final, yo al igual que todos los demás presentes pensamos- quisimos aplaudir y corear ¡chofer! ¡chofer! ¡chofer!, pero no lo hicimos, se me olvidaba ¡maldita indiferencia! estábamos más preocupados en que ya se terminara ese suplicio para poder seguir pensando en tonterías.

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