22- La niña del vestido blanco

Hola, empezare diciendo que nunca he sido un hombre miedoso al menos eso creo; la siguiente historia se ubica en la casona de mi abuelito materno en un pueblo alejado de la civilización allá por Torreón, Coahuila hace unos 18 años ¡uff!. A esta casona hiba siempre religiosamente desde que me acuerdo en épocas de vacaciones ¡todas! Es que la sangre llama, lo bueno y lo malo del lugar en si es que era planamente rural, había energía eléctrica y una cuanta tubería porque alguna vez en el pueblo hubo bonanza pero hasta ahí.

Una noche se pusieron a platicar los "grandes" sobre una chiquilla vestida de blanco que se aparecía en la noche en el patio-jardín de la casona, según ellos se ponía jugar con los nogales y en la pila de agua, yo claro que sabía que era puro choro (gulp!gulp!), pero esa noche no pude sacarme de mi cabeza a esa niña y menos aun cuando a medianoche me dieron ganas de ir al baño, al mismo baño común que está cruzando todo el patio- jardín en medio de la obscuridad por cierto, que ¿quién lo puso ahí? quien sabe, maldita mi suerte.

El chiste es que ya se me hiba a reventar la vejiga, así que, me arme de valor y cruce el patio yo solito porque ni modo que decirle a mi mami que me acompañara hacer pipi, así de patético hubiera sido ¿no?, eso sí con la mirada siempre agachada para no ver .

La verdad si tenía miedo, me decía si se aparece mínimo me hago encima- mínimo, pero afortunadamente todo salió bien, llegue al baño, hice lo que tenía que hacer, le heché un cubetazo para que se fuera mi agüita amarilla y me regrese por donde vine, hasta que... escuche un chapoteo en la pila de agua y sentí que se me caían los calzones, salí corriendo sin mirar atrás y me metí rápidamente al cuarto y me coloque temblando bajo las cobijas.

Nunca olvidare ese momento, no cabe duda que una historia, un ambiente y la situación especial puede hacer cambiar las ideas más arraigadas de un hombre, ¡jijiji!